Cuando
desperté todo se había desvanecido, como el humo el cual se funde
con la atmósfera y no sabes dónde va, en un lugar cercano dentro
del universo. Gustavo había pasado una mala racha, había discutido
con su novia hacía unos días, además de catear algunos exámenes,
bueno y en otros ni siquiera se había presentado. De hecho, llevaba
una buena racha de absentismo en el instituto que el colegio apenas
le recordaba de su obligación a asistir y su madre con la cual
convivía a regañadientes a diario, lo daba como un caso perdido y
también, e desentendía. Así que el joven Gustavo hacía la calle
con sus amigos, pero no desde hacía meses, sino desde hacía años.
La calle era su casa, sus amigos su familia, los porros su droga
favorita para huir de los problemas que la sociedad ejercía sobre
él, sí eso pensaba, se pensaba víctima de todo, así que culpaba a
todo lo malo que le pasaba y a muchas de las cosas que se buscaba,
por ejemplo follones con algunos de sus colegas. Pero claro, él no
lo veía así por aquel entonces. Sí, y un joven sin recursos,
apenas tocaba los dieciséis años y muchas veces la policía había
estado a punto de pillarlo por tráfico de droga, que era como a
duras penas algo de dinero recibía para sus vicios. Una mala vida,
lo más triste es que quería cambiarla y no sabía como, dentro de
una espiral de violencia, de sustancias que lo tranquilizaban, pero
que la sociedad prohibía de cierta manera, una espiral de
precariedad. Y notaba que muchos de los reclamos no eran escuchados,
por lo que soñaba algún día, poder despertar de aquello.
Bueno, no
todo era malo. Había conocido hacia unos meses a una chica, una
amiga de la novia de un amigo suyo. Era más pequeña que él, más
responsable dirían algunos adultos. Se gustaron y comenzaron a
salir, a Gustavo le gustaba su sinceridad y el hecho de que ejerciera
cierto nivel de responsabilidad y de control para con él, puesto que
veía antes que apenas le importaba a nadie, que ninguna persona le
prestaba atención, pero con ella era diferente. Pero los padres de
ella cuando lo conocieron se opusieron viéndole las pintas de
macarrilla; así que habían tenido la primera discusión y Gustavo
lo estaba pasando realmente mal últimamente. Así que para mejorar
más el asunto, había vuelto a consumir, ya que cuando conoció a
Estela, había dejado los porros. Y en una de sus fumadas magistrales
pensó que estaría bien despertar y que no hubiera ningún problema
de por medio, como en una especie de nube etérea que lo sostuviera
ante todo y purgara todos sus males, puesto que aunque en algunas
cosas no sospechaba bien las consecuencias de sus actos, bien sabía
que muchas veces no había estado bien algunas conductas.
Así que
una mañana de niebla espesa y profunda, de esas en las que apenas se
ve el horizonte y todo parece efímero pasó algo maravilloso. De
repente, cuando Gustavo bajó del autobús que lo llevaba al Equipo
de Medidas Judiciales, comenzó a abrazar a la gente en un ataque de
amor, de empatía y de solidaridad con las demás personas: altas,
gordas, viejas, jóvenes, niños. Y vio que las demás personas a su
alrededor también, pero no le resultó extraño, le resultó
cercano, vivo y muy cálido y quiso por un momento, que eso durara
siempre, todo lo malo de su vida, pro un momento desaparecía y lo
que le unía a las personas era hermoso. Pero cuando la niebla espesa
y baja desapareció, el hechizo paso a un segundo plano por lo que
todo volvió a la normalidad. Todos y todas mirándose a las caras,
con ojos confusos de fascinación y asombro al verse abrazados ante
una persona desconocida en plena calle. Era cuanto menos curioso.
Todo volvió a la normalidad, todo menos Gustavo, que desde esa
mañana algo en él cambió y quiso además que así fuera.
Blanca