29/4/11

Pegando tiros al mar (Blanca)



Por todas las tardes con mamá viendo estas pendejadas, carajo!

La telenovela mexicana: Pegando tiros al mar, se retransmitía por el canal nacional de lunes a viernes por la tarde, a las cuatro, después del noticiero informativo.
Era una telenovela conocidísima a nivel nacional como internacional, siendo galardonada con muchos premios de televisión.
Los actores también eran bastante conocidos a nivel nacional  y en general la producción y dirección tenían años de experiencia con otros folletines amorosos radioteletransmitidos. Pagaban bien.
¿Y de qué trataba aquella serie?
Pues de lo mismo que muchas otras, no había variación en el tema principal, sus puntos álgidos eran los líos amorosos, las infidelidades y traiciones, las luchas entre familias, las diferencias económicas de los protagonistas, el deseo tirando a lujuria a veces, la venganza, la traición…
En realidad se notaba a la legua (aparte de por el carismático acento ándale, ándale mi chamaquita !!!) que aquella telenovela era mexicana. Y muchos mexicanos sentíase orgullosos de que aquel producto nacional fuera tan popular fuera de sus tierras.
Los hechos se producían en el ficticio pueblo marítimo de San Blas, una zona costera de cinco mil habitantes con puerto, playa de arena y guijarros en sus costas y un inmenso monte que la cubría en la zona del interior.
El personaje principal era Luisa María, una bella cantante en un local del pueblo marítimo, pero pobre, era huérfana de padre y vivía en una pequeña casa con su madre y su hermana menor. La joven era alegre, cariñosa, preocupada por su familia y muy protectora, algo ilusa a veces.
El otro personaje principal era varón: Maximiliano, el apuesto y rico heredero de la  emprendedora empresa pesquera de su padre. Era un niño mimado sin remedio y aún a sus veintiséis años lo demostraba día a día. Su salud era algo precaria, era altanero y orgulloso, pero en el fondo sabía apreciar a las personas que lo respetaban.
Los hilos del destino así como los del guión harían que a os largo de la telenovela éstos dos personajes se conocieran, enamoraran, lucharan por las “adversidades” y al final se unieran para siempre en un vicio de amor desenfrenado que a muchas muchachitas en edad de ser iniciadas así como de viejecitas sensiblemente sentimentales, nunca cansaban éstos finales aburridos y previsibles.
Los personajes secundarios giraban en torno a la familia y amistades de ambos, habiendo de todo: antiguos novios y novias, tíos, abuelas, primos, padres, hermanos, amigo/as de la infancia… Así como alguna zorra que siempre lo jodía todo, eso nunca faltaba ni faltaría nunca.
Para que os hagáis una idea de esta telenovela, el guión de un capítulo rezaba así:

<<-¡Oh! Maximiliano!
¿Cómo pudiste hacerme esto? Es la peor calumnia que imaginé que hicieras, nunca pensé que furas así de cruel pues! ¿Por qué lo hiciste? Me has roto el corazón en pedazos- Bárbara llora desconsoladamente y entre lágrimas a media voz- ¡Te odio! Nunca te perdonaré lo que me has hecho. Eres un traidor, un cobarde de la peor calaña.
Maximiliano la agarra por los hombros.
- ¡Ándale carajo!  Pero no digas eso que no tiene sentido. Te tienes que calmar  que ha sido todo una equivocación.
-¿Una equivocación? Aún te atreves a defenderte después de lo que he visto carajo? Maldito pendejo, ojala te quemes en el infierno.
- Mira chamaca que tú no eres mi mamá, no te tengo que rendir cuentas de nada. Yo soy libre para hacer lo que me plazca pues! No eres mi esposa ni nunca lo serás.
- ¡Ay, Maximiliano! Nuca pensé que te dijera esto, pero estoy embarazada de ti. De dos meses.
-¿Cómo?- la cara de Maximiliano se descompone en una mueca de asombro.>>

Tras ésta escena se da paso a los anuncios de televisión: la marca de un dentrífico blanqueante y protector de encías sensibles, pañales para bebés, una señora anunciando una marca de café delicioso que además incluye un sorteo, una aspiradora muy eficiente, una crema de depilar anunciada por mujeres en un playa, una revista de moda y de corazón…
Dos señoras mayores estaban en una habitación una atenta y otra no tanto a causa del sueño.
- ¡Rosario! ¿Te preparo un café mujer? Que parece que te duermes; no te duermas que está muy  interesante hoy. Y si no me empiezas a preguntar y no puede ser.
- Estoy bien Dolores, es que ayer estuve con mis nietos en el parque y ahora estoy un poco cansada, que me duelen los huesos una barbaridad.
- ¿Quieres un analgésico?-  la mujer ríe - por medicamentos no te preocupes, que mi casa parece una farmacia.
-Oye, y que interesante que está la novela ésta, eh? Yo me enganché por mi hija que la ve todos lo días, la empezó a ver desde el principio, pero yo no, bueno me iba contando cómo estaban las cosas. ¡Qué mal que me cae el Maximiliano ese! No lo soporto, espero que cambie a lo largo de la serie.
-¿Si? Pues no se mujer, a mi me gusta.  Además que es muy guapo, el más guapo creo yo. ¿Y la Bárbara? Yo creo que la peor de todos, es una bruja, se hace la víctima pero seguro que el hijo que espero no es de Maximiliano.
-Sí…. Yo creo que lo está engañando con lo del embarazo para que se case con él, pero el hijo no será de él.
- Seguro…- la señora Rosario se levanta del sofá- Yo voy a hacer café para las dos ¡y no me lo rechaces!
Dolores ríe.
-Si te pones así seguro que no te lo rechazo. Pero corre que empieza dentro de poco.

Otra escena bastante conocida de la telenovela mexicana “Pegando tiros al mar”, se encontraba a mitad de todos los capítulos de la serie, que a veces parecía interminable:
<< - ¡Oh mi amor! ¡Cuanto te he extrañado desde que decidiste no volver a verme nunca! ¿Por qué lo hiciste pues? No tuvo sentido, sabes que no puedo vivir sin ti.- dijo Maximiliano con voz melosa. Estaban tumbados en una cama de una cabaña localizada en una isla desierta.
- Espero por tu bien que no me mientas más, aún estoy enojada contigo. ¿Crees que trayéndome a este sitio harás que caiga rendida a tus pies sin más. ¿Qué es lo que quieres de mi Maximiliano? Sinceramente.
- Pues que no lo ves Luisa María? Ya te lo dije amor, que estoy enamorado de ti, créeme te lo suplico. Huyamos, no me importa mi familia, no tengo apenas relación con mis padres. Yo solo quiero estar contigo…
-¡Pero estás loco! Tienes un hijo al que cuidar, mi mamá no me deja estar contigo y no quiero problemas, yo también te amo mucho, pero lo mejor es no hacer falsas promesas, porque acabará mal.
- Si me amaras Luisa María, huirías conmigo sin prejuicios ni reproches. Además sabes que Esteban no es hijo mío, la arpía de Bárbara me dijo que yo era el padre para casarme con ella, pero no es cierto, estoy seguro. El lunes dirán los resultados de la prueba de paternidad y estoy seguro de que todo eso es un embuste, una excusa para que me case con ella. Pero no lo logrará.
- ¿Pero que quieres pues? Se nota que eres un mimado redomado pendejo! Se nota que tienes la vida solucionada y no eres nada realista con la situación, ¿no ves que me estás complicando la vida? Ojala nunca me hubieran echado el ojo en aquel bar del demonio.
- Te juro que te sacaré de aquel antro María Luisa, tu vales más que cantante en un local pérfido.
- ¿Déjame en paz, quieres? Pero ¿quien te crees que eres en mi vida? No eres mi papá para decirme lo que tengo o no tengo que hacer, lo que valgo o no, yo ya soy mayor de edad y puedo a veces ser inocente, pero no tonta ni estúpida. Si me dejas sana y salva otra vez en San Blas no te denunciaré por secuestro.
- Lucia María, no te me enojes ni me amenaces mujer…>>

 Malditos anuncios otra vez, esto nunca falla. Y el tipo de anuncios los mismos: dirigidos a mujeres amas de casa; ningún anuncio de un coche, de prensa deportiva, cuchillas de afeitar, perfumes masculinos…. Nada. ¿Era “protocolo televisivo”’? Daban por sentado que los hombre no veían esas series y éstas estaban adaptadas completamente al público femenino... De todas las edades.
Bueno a partir de trece años.
Sandra y Raquel eran dos colegialas de catorce años. Les encantaba “Pegando tiros al mar”, no se perdían un capítulo. Aunque a las dos, que eran muy amigas, les cargara sobremanera el acento mejicano, estaban enganchadísimas a la serie y dedicaban su dulce tiempo a sentarse en el sofá (un día en casa de una pues eran vecinas) y dejar los deberes para más tarde.
- Mamá, dile a Rodrigo que nos deje en paz, que casi no nos deja escuchar en paz la tele, joo. - suelta Sandra.
- Si me prometes que luego harás los deberes.
- Si, por fa mamiii…
- ¡Rodrigo! Estate quieto, anda ven conmigo que te voy a preparar creps de chocolate.
- Mmmmm- el niño saca la lengua a las muchachas en señal de que se va por los creps, no porque se lo piden ellas.
- Raquel, ahora vengo, voy a la cocina.
Al poco rato vuelve con una bolsa de patatas fritas y dos Coca colas.
- A ver si ahora nos dejan  ver tranquilas la serie…
- Si… Anda mira! ¿Esa no es la bicicleta que quieres? Está de oferta.
- Sí es esa, ya veremos si mis padres me la compran, depende si en navidades traigo todo aprobado a casa…
- Jajaja.. Yo con eso no tengo problema, el problema es que me compren una cosa así, ni siquiera para Reyes, bueno… no me preocupa, ya lo tengo asumido.
- Oye, Raquel… ¿Por qué siempre tiene que hacer anuncios cuando está superinteresante? Me pone de los nervios.
- Si… a mi también.- Se queda pensativa unos instantes- Buah, ojala me pareciera a Luisa María, ¡es súper guapa! Además no es como las otras mujeres de la telenovela que son supermalas, y el Maximiliano tiene mucho que hacer si la quiere conquistar, no lo tiene fácil.
- Es el protagonista de la serie y se sabe que acabarán juntos, pero no sé…. Como no cambie. A mí no me gusta, me da mala espina, ¿sabes?.
- Yo creo que cambiará por ella, no lo culpes, con unos padres así es normal que sea así el hombre. Además se sale del tópico de que los protagonistas chicos sean todos muy buenos. Le da un toque interesante.
- A mí no me gusta…
- Qué insinúas, ¿que no te gustan los hombres? Porque Maximiliano es…
- Mira que eres superficial, eh?. Que no me gusta ese hombre no significa que odie a los hombres o que todos sean así…
- La mayoría…
- ¿Hablas por experiencia? ¡Tú que sabes!


El canal que retransmitía la telenovela “Pegando tiros al mar”  emitía los últimos capítulos de la serie. Había durado cinco meses. Y tenía un final feliz, como se esperaba. Para no defraudar, claro.

<< El escenario se trata de la casa de Luisa María. Las muchachas estás vestidas de blanco, trajes de novia. Se van a casar el mismo día.
- Ay mis pequeñas mujercitas, que ya se me casan. Es un día feliz y triste a la vez chamaquitas…
- No te preocupes mamá-  dice Camelia abrazándola- nos seguiremos viendo, no te dejaremos sola. Anda, que tienes que estar bien linda este día. - exclama secándole las lágrimas.
- Nada, tranquila mihijita, que lloro por la ilusión, ya tu sabes. Buena suerte van a tener esos chamacos de tomaros por esposas. ¡Que se esmeren en cuidarlas a las dos como dos joyitas!
- Ándale María Luisa, ayúdame a abrocharme el vestido.
Las mujeres se preparan en silencia unos instantes mientras su madre las observa.
- Mis dos niñas, aún me acuerdo cuando jugabais por esta casa gritando como locas o peleando por un juguete. ¿Que rápido pasa el tiempo!  Prométanme muchachas que no perderán contacto, la familia es lo más importante. ¡Ay virgencita de Guadalupe, cuídamelas!- dice santiguándose.
Luisa María ríe mientras ayuda a su hermana con el peinado.
- Y aún me acuerdo cuando tú decías de chiquita, ¡no me pienso casar nunca! La verdad estabas muy convencida.
- ¿Dije eso? No me acuerdo.
Tocan la puerta.
- ¡Ay, ya están aquí! Qué nervios, voy a abrir…
- Pues se vana esperar un tantito, cinco minutos, casi estamos.
La madre se va a abrir y cierra la puerta tras de sí, las hermanas se quedan en la habitación.
Se miran cómplices.
Ríen al unísono.>>


-  Bueno, quito esto ya que me está poniendo de los nervios…
- ¿Y ésta es la famosa telenovela que ve tu madre? ¡Por Dior, qué horror!
Isabel y Susana estaban aburridas una tarde de verano, eran amigas de la infancia y vivían juntas, rozaban las dos la treintena. Acabados ya los estudios universitarios y con suerte las dos con empleo.
- No me gustaría vivir allí, la sociedad es doblemente machista, que ya e decir…. No lo soportaría es mas. Pero bueno, supongo que las mujeres están acostumbradas a los roles masculinos y femeninos. Telenovelas pordioseras como esta son la encarnación de la sociedad dominante de macho.
- Pues sí…. Y es un poco problema, porque es muy conocida esta serie, claramente entre las mujeres, y de todas las edades, eh? Desde las muchachas que aún van a la ESO hasta mujeres mayores que no tienen nada que hacer en su tiempo libre.
- Además, que no sé qué hay de interesante en estas series mexicanas, yo con mi madre de pequeña veía- Susana ríe- yo no me escapo… y me atrevo a decir que tú también alguna vez te has enganchado. Lo que decía que son siempre lo mismo, no hay nada de nuevo, ni de original creo yo…
- No, yo no me he enganchado nunca a una telenovela de estas y gracias, no las hecho en falta.
- Lo que tienen es que enganchan, como las drogas, te deja al final con la intriga… aún me acuerdo como si fuera ayer cuando las veía con mi madre en el sofá…
- Rollazo… y los finales felices, ¿qué opinas de los finales felices? Qué monotonía, siempre igual.
- Voy a preparar algo de café, me gusta esta conversación.
                                                  Blanca.

25/4/11

Pegando tiros al mar (Esther)


De nuevo me encuentro en la playa desierta y fría. Esta a punto de amanecer. El sol brilla con fuerza y sus rayos son más cálidos que nunca, clavándose en mis huesos delicados. El mar presenta una calma confusa que me agrada. Me siento sumido en un trance del que no quiero librarme, escuchando al mar golpear la arena, los cantos de las gaviotas que vuelan hermosas y la brisa que me rodea airosa. Percibo la fría arena entre los dedos de mis pies, sacudiéndome un escalofrío muerto que me perturba por un instante. Saco un pequeño revólver del bolsillo de mi pantalón blanco. Me quedo perplejo. Es la primera vez que veo un arma y la primera que sostengo una entre mis manos escuálidas, y lo extraño es que la siento propia y tan cercana, que incluso comprendo su magnificencia y poder. Y aunque no se de donde sale ese utensilio metálico, cargado de balas ponzoñosas que rajan iracundas el bondadoso viento, se lo que debo de hacer nada más abrazarla entre mis finos y huesudos dedos. Apunto furioso al mar, decidido ante mi acto. Disparo entre lloros a esas aguas cristalinas, que ahora se me antojan tenebrosas, y me enamoro de sus olas rotas, que se parten en miles de gotas saladas con cada una de mis balas sangrantes. Mi rostro se moja en millones de lágrimas de angustia y desesperación y mi cuerpo queda empapado, en una fina capa de sal perversa. No ocurre nada, solo se oye silencio, un terrible silencio. Disparo de nuevo indignado y el mar comienza a sangrar. Brota a raudales una fuente roja que tiñe la orilla con un hilillo bermellón. Me sorprendo de lo ocurrido y me quedo quieto, fascinado, mirando mis pies empapados de sangre carmesí. En ese mismo momento, en el que yo me siento en una  paz ilusoria, sale a flote el cuerpo de una joven desnuda, yaciendo sobre el mar, muerta. ¡Oh Emilia! grito entre sollozos al reconocer el cuerpo sin vida. Me lanzo a la orilla violenta y le abrazo con todas mis fuerzas. Ahora, el nivel del mar sube, llegándome por debajo de la cintura, acariciando mis piernas en un agua en llamas. Esas aguas me asustan pero a la vez me atraen. Mezo a Emilia al compás de las olas, mientras le aparto el cabello de sus ojos de sirena. Le canto una nana, entre lloros irrefrenables y, entonces, sus ojos enfermos de rabia se abren de par en par, mirándome confusos primero y, después, esas esmeraldas me auguran un fatídico destino bajo una tumba de agua. Emilia comienza ha ahogarme y yo no consigo defenderme. Posee una fuerza sobrenatural, como una náyade crispada, que me zambulle una y otra vez, en esas aguas endemoniadas. Raja mi ropa, me quedo desnudo. No puedo respirar. Cada vez me cuesta más. Siento que me ahogo. Siento que me muero.

Me despierto empapado de sudor sobre mi cama. Un suspiro de alivio se escapa entre mis dientes. Ha sido el peor sueño de todos en este mes, el más real. Llaman al timbre. Ya son las nueve y media de la mañana. Me levanto rápido, cojo la bata que tengo sobre el escritorio y me dirijo a la puerta. Miro desconfiado por la mirilla y veo a Suzanne, mi adorable Suzanne. Intento cambiar la expresión de pánico del rostro antes de abrir, pero me es imposible. Abro la puerta desecho.

- Buenos días - me dice Suzanne con su característica voz ronca pitillera.

- Hola Suzanne – le saludo mientras me seco el sudor espeso de la frente con la palma de la mano – Hoy voy a llegar tarde al trabajo. No logré escuchar el despertador.

- Tiene mala cara señor. ¿Se encuentra usted bien? - me pregunta preocupada. Esta mujer es un sol. No se que haría sin su ayuda y su eterna paciencia.

- Claro que si. Lo que ocurre es que me acosté bastante tarde terminando unos papeleos para el trabajo y después no conseguí dormir de un tirón.

- Bien – me dice convencida - Si necesita algo de mí no dude en pedírmelo - me dice servicialmente.

- No, no necesito nada, pero muchas gracias Suzanne. Ahora me voy a la ducha y pitando hacia el trabajo que, si sigo así, no llegaré nunca - le digo dirigiéndome al baño.

Suzanne comienza a limpiar la cocina a fondo. Para vivir solo tengo la casa bastante caótica. Papeles por el suelo del despacho, rotuladores por todas partes (más de la mitad no funcionan), en la cocina hay basura acumulada, envoltorios de comidas ya preparadas y la vajilla sin lavar, el dormitorio esta echo una verdadera leonera, con toda la ropa tirada por el suelo, etc. Pero una vez pasa Suzanne por cada rincón de la casa, todo cambia, como si siempre hubiera sido así de habitable.

Una vez estoy en el baño me miro en el espejo. Tengo el rostro demacrado. Mis ojos están rojos y envueltos en unas enormes bolsas moradas, mi pelo, escaso y lacio, cae sobre mi frente, en un ridículo flequillo. Tengo una barba negra, espesa, desde hace un par de meses. Me meto en la ducha y mojo mi cuerpo en agua muy caliente, me encanta sentir que me hiervo. Después me recorto la barba con unas tijeras largas y embadurno mi cara con espuma. Deslizo la cuchilla, suave. Cojo la maquinilla y me rapo la cabeza al uno. Tengo el rostro hundido, cubierto por una piel áspera, unas mejillas pronunciadas y unas facciones bastante cuadradas. En el espejo solo veo el reflejo de un asesino.

Me pongo unos vaqueros sucios y una camiseta azul. Los zapatos negros, a los que Suzanne les ha sacado brillo y la cazadora de cuero. Ya en la calle me enciendo un cigarro y camino cabizbajo bajo una absurda llovizna, mientras todos cubren sus cabezas vacías con lindos paraguas. Todo apesta a mí alrededor. Paso de largo de la oficina, cruzándome con mi jefe obeso. Le golpeo al pasar y este se queda igual de anodino que siempre, sin reconocerme. Que paciencia tuvo que tener su madre para parir a semejante orangután obsceno y pueril. Sigo caminando sin rumbo alguno, con los nervios a flor de piel. Cojo un taxi y le indico al conductor que me lleve a la playa. Y lo único que se le ocurre decirme al muy patán es “¿pero si esta lloviendo?”. Me dan ganas de golpearle la cara con mi puño y decirle que se meta en sus asuntos. Me quedo absorto, mirando por la ventana, mientras noto la pesada y miedosa mirada del conductor. Y entonces me dice “¿Cuándo dejaras de culparte por la muerte de tú hermana?”. Y yo me quedo mudo, con los ojos muy abiertos, tanto, que me duelen. ¿Pero como lo sabe?, ¿quién ser cree él para preguntarme eso?. Y yo le digo molesto “¿Pero que coño dices, capullo de mierda?” y el me contesta con miedo “Son 6,80 amigo. Ya hemos llegado”. Estoy flipando. Le pago de mala manera y salgo del pordiosero taxi.  ¡Que cojones ha pasado por mi cabeza!.

Veo la inmensidad antes mis ojos. La playa, la dulce arena, el mar bravo con olas oscuras, las gaviotas bailando con las nubes, la lluvia golpeando fuerte, deformando a la arena débil ante mis pasos de gigante desgastado. ¿Qué es lo que he venido a buscar aquí?, ¿qué es lo que pretendo solucionar u olvidar?. Me descalzo, dejando mis zapatos atrás. Voy desnudándome con cada una de mis ligeras pisadas, abandonando mi ropa a casa paso. Desnudo, frente a la orilla, me enciendo un cigarrillo y siento muy huesudo trasero en la helada arena. No hay nadie en la playa, ni un alma en un invierno cruel. El humo del cigarro se une a la brisa del mar, formando una capa invisible de nicotina a mí alrededor. Mis ojos lloran, mi cuerpo se moja de lluvia y de agua salada. Me tumbo en postura fetal, dándole las últimas caladitas a ese puto cigarro. Golpeo la arena furioso, hasta hacer sangrar mis puños. Escucho un leve siseo en el mar y creo ver a una hermosa sirena sumergirse de nuevo en el agua, escondida tras unas olas enormes. “Seguro que era Emilia la que estaba ahora en el agua” me dice una voz conocida al oído. Me giro y veo al misero taxista a mi lado. Me subo sobre él furioso, sosteniéndole del cuello y le grito sin piedad. No dejo de bramar hasta que unas gotas de agua golpean, vigorosas, mi rostro y me vuelven a la normalidad.

- Amigo, ¿esta bien? – me dice el taxista de pie, a mi lado. Toqueteándome la espalda desnuda con un palo. El muy cobarde me tiene miedo.

- ¿Qué coño hace aquí? – le digo inconsciente.

- Pensé que le había pasado algo, amigo. Vi su ropa tirada en la arena y a usted echo trizas sobre la arena. ¿Todo va bien? – me dice realmente intranquilo.

- Si, mejor que nunca – le digo incorporándome – Ya se puede marchar, amigo.

- Bien, le dejo su ropa aquí – me dice mientras deja mis cosas echas un ovillo.

Lo veo marcharse, confuso, girando la cabeza cada dos por tres, nervioso. Supongo que pensará que soy algún tipo de suicida. Cuando se marcha intento pensar en que es lo que me esta pasando por la cabeza, pero vuelvo a escuchar ese siseo, y ahora, de forma intensa y juraría que la he visto. Si, estoy seguro, era Emilia, dentro del agua, nadando como un pequeño pez. Viva, si, ¡y estaba viva!. Corro dentro del agua para salvarla, para abrazarla, para tocarla, para pedirle perdón por lo que hice. Pero una ola furiosa se interpone en mi camino y me golpea, arrastrándome sin compasión contra unas afiladas rocas y me mata. Y es Emilia la que dirige esa ola, con hilos invisibles, llenos de venganza, con una sonrisa pérfida y nacarada. Emilia, lo siento, yo siempre te ame. 

Esther

22/4/11

La Cruz del Tercer Milenio (Blanca)


En el Barrio de las Azucenas, a las afueras de Barcelona, vivía una niña pequeña de nueve años junto a su abuela de sesenta y cinco.
Eran felices la una con la otra, no añoraban a nadie más. Suficiente con la pensión de la abuela para cubrir los gastos; vivían sin comodidades y sin añorar ningún bien material fuera de las necesidades comunes.
Los padres habían fallecido en un accidente de tráfico fatídico cuando Gloria tenía cinco años, “gracias a Dios estás conmigo y no en el más allá”, siempre argumenta su abuela Victoria cuando aparecen en los noticieros más noticias sobre catastróficos accidentes en coche, provocados por diferentes causas. Pero la niña no se acuerda de tal suceso, su memoria lo borró mecánicamente al ser un recuerdo fatídico, un accidente que casi le costó la vida a aquella niña de tirabuzones negros y sonrisa cálida.
 Del accidente que sufrió, aquel once de agosto, quedóse irreversiblemente ciega. Sufrió una depresión horrible en pleno crecimiento, pues no sabia si aquello se podría curar algún día y poder volver a ver la cara a su abuelita, en su mente sabia que había tenido padres, pero apenas se acordaba de ellos, eran una mancha borrosa en su recuerdo.
Y desde bien pequeña, aprendió Gloria a desarrollar más que nadie los cuatro sentidos que le sobraban, dábale valor sobretodo al oído, que lo tenía muy desarrollado.
Pero no pasaba nada, su abuela era sus ojos y gracias a las ayudas a los dependientes, la niña podía hacer vida normal en el colegio de monjas donde su abuela la había inscrito como única tutora de su nieta.
Todos pensaban que la pequeña Gloria era encantadora, y lo era, pues emanaba de ella una inocencia pura de niña alegre y tranquila, paciente. Una niña que no ansiaba bienes materiales, que se conformaba con que gente de su alrededor pudiera escucharla y acompañarla, pues siempre se encontraba en un camino oscuro donde le daba miedo estar sola.
Vivía junto a ellas un animalillo peludo y cariñoso que cuidaba como si fuera un hijo suyo a la niña Gloria: Leona, una gatita de pelaje blanco y ojos lascivamente verdes, elegante en sus movimientos de animal felino.
A la niña le gustaba que le leyera su abuelita sobremanera, sobretodo cuentos infantiles de fantasía que la transportan a otros mundos donde todo era posible, donde muchas veces deseaba estar con su abuela.
Eran muchas las noches que Gloria sufría pesadillas, se despertaba sobresaltada llorando aquella niña desvalida y saltaba de su cama para ir a tientas, como siempre a la habitación de su abuela, para que le susurrara una nana que la hiciera dormir en paz; sabía que con ella estaba a salvo. Tenía ensoñaciones de fantasmas pululando alrededor suyo, abismos sin fin, cosas malignas que no tenían forma. Pero lo peor no era lo que soñaba, sino cómo se sentía en el sueño: horriblemente desprotegida, con un miedo que le recorría todas las venas y arterias de su delicado cuerpo de niña. Y una noche de tormenta,
Gloria creía encarecidamente como más de un niño en la magia y en los poderes sobrenaturales, era una pena que no pudiera ver magia e ilusionismo con sus propios ojos. Se conformaba con escuchar a su abuelita, que también creía en la magia, en los milagros, en la providencia, en el más allá, en el destino, en lo místico y en general todo lo relacionado con las revelaciones y la fe cristiana, pues era una devota exacerbada.
No había día que no le pidiera a Dios por la cura de su nieta, para que le devolviera la luz a su angelito, pues era como un girasol ciego pues anda perdido, no ven la luz del sol.
La Virgencita prefería de la anciana Victoria era la Virgen de los Remedios y San Judas Tadeo, patrón de los imposibles. Para ganarse en cielo, hacía la señora obras de caridad, ayudaba en todo lo posible a la Iglesia del Barrio de las Azucenas, cumplía cristianamente cada uno de los diez mandamientos así como prevenía los siete pecados capitales que muchas personas ignoran: la gula, la ira, la pereza, la soberbia, la envidia, la lujuria y por último la avaricia. Siempre llevaba consigo la señora Victoria un rosario rojo de la Virgen de los Remedios y ni siquiera se lo quitaba para dormir, pues según ella, los seres malignos acechaban cerca y sin aquel colgante no los podía ahuyentar.
Y muchas veces, la señora no iba sola a la Iglesia, claro está, se llevaba consigo a apequeña Gloria, guiada ésta por su tutora legal a cualquier parte que se le antojara.
Gloria además pronto tomaría la primera comunión, y parecía que su abuela estuviera muchísimo más feliz por ese acontecimiento que la chiquilla. Sucedieron miles de preguntas que Gloria quería resolver.
-¿Qué tengo que hacer en el día de la comunión, porqué tengo que hacer eso, acaso no soy buena?… No entiendo en qué consiste y me da miedo el cura, yaya.
- No pasa nada cariño, tu pórtate bien y haz caso.
Un día aburrido, mientras merendaba galletas con chocolate en la mesa del salón, la niña Gloria preguntó cómo era su mami a la anciana devota.
- De niña era como tú cariño, la mima cara, los mismos gestos, la misma sonrisa… Pero más atea que el demonio y a raíz de eso tuvimos bastantes discusiones, pues siempre he creído que en el fondo, ella y yo compartíamos solo el apellido. En realidad no me llevaba muy bien, todo hay que decirlo. Me salió rebelde la niña, no como tú que eres muy buena, muy dócil. Se casó con tu padre jovencita embarazada de ti y te tuvo al poco tiempo, yo al ser viuda y solo tener de familia mi hija en el mundo veía la familia que había fundado como mía propia, pero yo que sé porque no me dejaba apenas acercarme a los suyos, algo muy cruel por su parte, yo creo que en fondo temía que te educara conforme a mis principios religiosos, como hice con ella. ¡No te había bautizado! ¿Puede haber pecado más grande para contigo, mi pequeña?. En ese punto me enfadé muchísimo con ella, tú solo eras una víctima en todo esto, en aquel estúpido enfado que me traía con tu mami cariño. Mil veces deseé hacer las paces con ella y que me integrara en la familia, pues estaba sola en el mundo, y tú eras toda mi alegría.  Mis días se alegraban cuando estaba contigo, las pocas veces que tu madre se dignaba en ir a visitarme.
Victoria cogió a Leona  ésta se acurrucó cómodamente en su regazo, los dedos de la anciana pasaban lentamente por el suave y blanco pelaje del animal.
- Y como ya eres muy grande te voy a contar una cosa… El día del accidente ¿quieres que te lo cuente cariño?- la niña asintió con efusión- Bien, pues el día del accidente ibais tus papis y tú a veranear a un apartamento en la playa una semanita. Tu madre no se dignó en invitarme y eso me enfadó muchísimo, pero bueno era una cosa que no me sorprendió sabiendo como era. Antes de irte, en secreto te dí un regalito para que te acordaras de tu abuela donde estuvieras: un colgante mío de cuando yo era pequeña que siempre llevaba, me lo había regalado mi madre y ésta se lo había regalado su madre; ese colgante tenía una cruz no muy grande de plata, muy sencilla, detrás tenía inscrito 3M, todo un misterio, mi madre me dijo que significaba tercer milenio, que al menos este colgante tenía que llegar a las generaciones de mujeres del tercer milenio de nuestra era, pues en el tercer milenio, según los místicos habrá un Apocalipsis horrible del cual solo se salvarán los creyentes y los buenos de fe. Pero es una historia que te contaré cuando seas más mayor, para que la entiendas mejor. No le regalé el colgante a tu madre,  como mandaba la tradición, pues sabía que lo iba a ignorar y a olvidar en algún cajón perdido y eso no lo podía permitir. Bueno, pues te regalé ese colgante, y te gustó muchísimo me acuerdo, yo creía que eras muy pequeñita para darte ese regalo, pero no me contuve a esperar, pues ante todo, ese colgante emana un alo de protección al que lo porta y me daba miedo que te pasara alguna cosa durante el viaje. Yo creía que tu madre cuando te viera ese colgante, te lo quitaría o algo así, pero no me importó mucho en esos momentos. Fue ese día cuando sucedió aquel accidente horrible que gracias a Dios no te acuerdas. Sobreviviste del choque fatal, pero tus padres, no. Siempre he pensado que fue aquella cruz la que salvó la vida y que te dejó ciega para que no pudiera ver la maldad que hay en el mundo hoy en día. Los médicos diagnosticaron que nunca volverías a ver, pero por mucho que digan los especialistas siempre hay que tener esperanza y yo cariño creo encarecidamente que volverás a ver,  que la luz volverá a inundar esos ojos claros que te dio Dios.
- En realidad sí que me acuerdo de lo último que vi, fue un instante solo pero me acuerdo. Antes de no ver nada te vi en mi mente, me abrazabas y sabía que esta a salvo. Me cogí muy fuerte muy fuerte a la cruz que me regalaste, yaya.
La abuela la abrazó con cariño, esa niña lo era todo para ella y la cuidaría con su vida. La niña Gloria buscó en su cuello el colgante y lo besó con cariño, siempre lo llevaba consigo.
- Yo también creo en los milagros, abuela. Y si soy buena, Dios me dará la vista, me lo dice siempre antes de acostarme.
El día de su comunión, Gloria estaba bellísima con aquel vestido blanco cosido a mano por su abuela. La niña tomó la ostia y el vino y en ese momento, Victoria se emocionó tanto que le fue imposible no aguantar las lágrimas de júbilo al ver a su niña del alma más cerca de Dios.
Ese día más que ningún otro, llevaba con fervor la cruz del tercer milenio, que según su abuelita, le salvó la vida.
Al salir de la Iglesia del barrio de las azucenas, Gloria vio una mancha blanca, era luz y sus ojos se dirigieron hacia la luz del sol aquel precioso día de verano. Dos lágrimas le recorrieron las mejillas y una sonrisa de oreja a oreja inundó su rostro.
¿Qué mayor regalo podría tener ese día? Besó por enésima vez la cruz, seguiría con la tradición, pues mucho le había aportado aquel colgante.
El milagro se había producido, y a partir de ese día Gloria no tuvo más pesadillas.
Blanca:)

19/4/11

La cruz del tercer milenio (Esther)

PRÓLOGO

(17 de abril de 2011, domingo de Ramos. Mª Dolores y Encarna vuelven de misa, cada una de ellas llevan varios ramos en las manos. Suben el ascensor).

Mª DOLORES (dejando los ramos contra la pared del ascensor. Pulsa el botón 7).
Después de un par de meses por fin nos reunimos toda la familia. Ya era hora, ¿verdad madre?

ENCARNA
Si hija. Ya tengo ganas de ver a todos mis nietos y nietas a la vez. Que normalmente solo veo al pequeño, ya que Agustín, estando en casa, ni se digna a salir de su refugio emocional cuando esta su anciana abuela de visita. Imperdonable lo de este chico.

Mª DOLORES
He conseguido que me prometa que comería con nosotros hoy. Algo es algo, no se puede pedir más de él en estos momentos madre. Lo esta pasando muy mal.
¿Sabes que?, Adrián tiene una gran sorpresa para nosotros. Creo que se ha echado novia o tiene una amiguilla “especial”. Me dijo que hoy iba a invitar a comer a casa a alguien muy importante. Me muero de ganas por saber como será la chiquilla.

ENCARNA
Me dejas de una piedra, no sabía que Adrián ya andaba metido en líos de faldas. Espero que sea una buena chica, y no como la de Agustín, que no era más que una simple fulana del tres al cuarto que lo ha dejado sin vida. ¡Pobrecillo!.

Mª DOLORES (ambas salen del ascensor y se dirigen a su puerta. La número 21. Abren la puerta. Caminan hacía la terraza del comedor para dejar los ramos tostándose al sol).
Yo también lo espero, pero Adrián es listo. No caerá en las redes de ninguna cualquiera. ¡Ay! a estos no hay quien los pare. Yo a su edad aún jugaba con muñecas. En fin… como cambian los tiempos.

ENCARNA (gritando)
¡Serás mentirosa!, si tú a su edad ya estabas liada con Gabriel, y un año después, embarazada de Isabel. Casi no nos da tiempo a casaros a tú difunto padre y a mí. Descansa en paz Rodrigo (dice santiguándose y envolviendo el rosario con sus arrugadas manos).

Mª DOLORES
Dejemos el tema madre. Quiero conocer a la chica que ha dejado tan embobado a mi hijo, más de lo normal (ríe). Lo tendrías que ver, anda todo el día en las nubes, hablando a todas horas por teléfono con ella. Y se le ponen unos ojillos tan lindos e inocentones y una vocecita tan dulzona. ¡Esta para comérselo!.
(Abriendo la puerta del comedor).
¡Dios mío Adrián, ¿qué estas haciendo?! (dice alucinada, dejando caer los ramos al suelo. Entra Paloma, la gata, que empieza a mordisquear las plantas y a maullar desesperada. Tiene un terrible celo. Sus maullidos son insoportables).

ADRIÁN (separándose de Joan, su novio. Estaban besándose como locos. Su primer amor).
¡Mama!, ¿ya son las 14.00h?. ¡Vaya!, como pasa el tiempo (dice desconcertado. Tiembla nervioso. Joan esta pálido como la luna y con la mirada hundida en la espantosa alfombra que cubre toda la estancia. Se queda callado como una tumba).

ENCARNA
Así que esta es… ¿tú novia? (dice su abuela poniéndose las gafas de vista y riendo).

ADRIÁN
Emmm…. él es Joan. Pufff… no quería presentároslo de esta forma, pero ya que la cosa ha salido así de mal, pues, de perdidos al río. Mama, abuela, soy homosexual y Joan es mi pareja.


COCINA

(Mª Dolores abre una botella de vino tinto y se sirve una copa. No suele beber ningún tipo de alcohol, solo alguna vez, en fechas especiales. Le da un trago largo y pone cara de asco. Encarna esta pelando las judías para la comida. Adrián y Joan se han quedado inmóviles en el comedor).

Mª DOLORES (dando vueltas por toda la cocina, con la copa de vino en la mano. Nerviosa).
¡Por el amor de Dios!, ¿qué estaba haciendo mi hijo?.

ENCARNA
Pues yo creo que meterle la lengua hasta la campanilla a ese tal Joan (dice riéndose).

Mª DOLORES
Madre, ¿cómo puede hacerte gracia esto?. Es un asunto muy serio. Mi hijo pequeño es gay. ¡Lo que nos faltaba en esta familia!.

ENCARNA (cortando unos pimientos).
¡Que más te da!. El chiquillo es joven y esta conociéndose así mismo y conociendo a los demás. No te  ofusques por ello. Alégrate Dolores, tú hijo esta enamorado y es feliz.

Mª DOLORES (sirviéndose más vino. Ya se ha bebido la mitad de la botella. No puede entender que su madre tenga tanta comprensión ante lo sucedido. Se le cae el mundo encima).
Madre (dice entre sollozos), ¿qué dirá Gabriel de todo esto?, ¿qué dirán sus hermanos y hermanas?, ¿qué dirán nuestros vecinos y amigos?. ¡Menudo follón! (ya ha bebido más de la cuenta y comienza a sentirse mal. Se sienta en una silla y apoya su cabeza en la banqueta).

ENCARNA
Déjate con el que dirán y ponte a pelar zanahorias, que yo no puedo hacerlo todo sola.

(Entra Gabriel a la cocina)

GABRIEL
¿Qué pasa amor? (dice preocupado viendo a su mujer roja como un tomate y la botella de tinto a su lado casi acabada).

ENCARNA
No le pasa nada, le dio bastante el sol en la procesión y esta algo mareada. Se le pasará enseguida. ¿Me pasas la botella de vino, por favor?. Es que estoy haciendo una salsa deliciosa con ese tinto, casi lo acabe, como puedes ver.

GABRIEL (pasándole la botella a su suegra)
Tomé Encarna. Las dejo continuar con la comida, que yo soy un estorbo por aquí en medio (dice escaqueándose). Voy a ver las noticias al comedor.

Mª DOLORES (gritando)
¡No!

GABRIEL (perplejo)
¿Por qué no?

ENCARNA
Por nada Gabriel. Es que está Adrián con un amigo viendo una película para un trabajo de clase, y ya les quedaba poco. Mejor déjalos que terminen y luego ya ves las noticias (dice salvándole de la situación, por segunda vez, a su hija). Están muy concentrados con sus tareas.

GABRIEL
Vale… pues me acostaré un rato en la cama, que estoy molido de tanto andar de acá para allá. Cuando este la comida lista avisadme (dice saliendo de la cocina).

(Dolores va al baño y se provoca el vomito. Una pasta roja emana de su boca. Se cepilla los dientes y hace unas gárgaras. Se lava la cara, se maquilla un poco y se peina. Sonríe frente al espejo, pero esa máscara que ve reflejada no podría engañar a nadie. Rompe a llorar).


1er Y 2º PLATO

(Están todos sentados en el comedor. De primero, Encarna - ya que Mª Dolores no ha podido ayudar mucho en la cocina- ha preparado un caldo de pescado y mariscos y, de segundo, dorada con verduras y patatas al horno. Gabriel preside la mesa, a su derecha están sentadas Mª Dolores, seguida de Encarna, Isabel y Alfredo y, a su izquierda, Adrián, Joan, Agustín y Leticia).

ENCARNA
Que gusto que da veros a todos en casa (dice con una sonrisa amplía. Dejando a la vista su dentadura despoblada). Espero que esto dure un tiempo.

LETICIA
Yo también lo espero así abuela. Tenía tantas ganas de veros a todos. Este año en Nueva York, aunque ha sido maravilloso para mí, me ha hecho darme cuanta de lo mucho que os extrañaba y no paraba de pensar en todo lo que me estaría perdiendo por aquí. Así que ponedme al día, que no se apenas nada de nada.
Agustín, ¿cómo esta Niccola?.

AGUSTÍN (sin rodeos).
Muerta.

LETICIA (angustiada)
¿Cómo?, ¿qué ha pasado?.

Mª DOLORES
Nada hija. Niccola regresó a Italia hace un par de meses y dejo a tú hermano sin decirle nada, así, de la noche a la mañana. Tú hermano ha vuelto a casa, a pasar una temporadita, hasta que se recupere.

LETICIA
¿Y por qué nadie me lo contó?

GABRIEL
Secreto de confesión jeje. No queríamos marearte con los problemas de tú hermano. Lo importante es que tú carrera fuera a flote y así ha sido.  Estoy muy orgulloso de ti Leticia.

LETICIA (preocupada por su hermano).
¿Y cómo estas Agustín?.

AGUSTÍN
Muerto y enterrado.

LETICIA
Entiendo…

Mª DOLORES (notando el ambiente bastante tenso cambia de tema)
Isabel, ¿por que no habéis traído a Guillermo a casa?, ¿dónde lo habéis dejado?.

ISABEL
Esta en casa de los padres de Alfredo, es que hoy a la tarde tenía un cumpleaños cerca y ellos se ofrecieron a llevarlo.

ALFREDO (tartamudeando)
Pep…pepro manñanna vendra a veeeros.

GABRIEL
Veo que el logopeda esta haciendo milagros contigo Alfredo.

ISABEL
Ha mejorado mucho. Le esta poniendo mucha empeño y voluntad (dice dándole un beso a su marido). Guillermo siempre le ayuda con los ejercicios. Le parecen divertidos al chico.

ADRIÁN (que habla por primera vez desde lo ocurrido en el comedor)
La sopa está buenísima mama.
(Mª Dolores no contesta. Se mete rápida una cucharada a la boca)

GABRIEL (dice desconfiado)
Perdone Encarna, estas verduras no saben mucho a vino. ¿En serio gastó toda la botella en la salsa?

ENCARNA
Claro, pero el alcohol se evaporó. Como se nota que no pones un pie en la cocina.

GABRIEL
Bien… supongo que es eso (dice mirando a su mujer contrariado). Oye Adrián, ¿no nos presentas a tú amigo?

ADRIÁN
Si, si, claro. Este es Joan, vamos juntos a clase (dice señalándole).

JOAN
Hola (dice forzado).

GABRIEL
¿Has visto que aplicados Dolores?. Haciendo deberes hasta en domingo de Ramos. Este hijo mío va a sacar el bachiller como Leticia, con sobresaliente en todo. ¡Que genios hemos criado! (dice hurgándose los dientes con un palillo).

Mª DOLORES
Tampoco es para tanto… bueno si, le ira bien. Si… bien, supongo. En esta vida tendrá muchos obstáculos y puede que le den mucho por culo, digo que le jodan mucho, o sea, que le fastidien, por que la gente es muy cerda y le van las cosas raras y… no se, dependerá del camino que escoja.

GABRIEL
¿Qué mosca te ha picado hoy mujer?. Estas de lo más rara.

Mª DOLORES (ocultando su estado de shock de forma lamentable)
¿Yo?. Estoy perfectamente. Como nunca. Creo que jamás me había sentido tan bien. Soy feliz, por que todos somos felices. Estoy encantada encantadísima. Hoy parece que va a llover, ¿qué me decís?

LETICIA
Mama, ¿seguro que estas bien?, ¿qué te ocurre?. Tienes mala cara.

Mª DOLORES
Nada. ¿Qué me va a pasar?. Estoy como una rosa.

GABRIEL
Para ya de montar esta escena rara, que nos va a sentar mal la comida.

Mª DOLORES (con voz de pito)
¿Qué escena?, si yo estoy actuando con normalidad. Todo va muyyy bien.

ENCARNA
Por favor, basta ya de tonterías Dolores. Lo que pasa es que hoy hemos visto como, estos dos de aquí (señalando a Adrián y Joan, que tragan el caldo con dificultad) se estaban besando en el sofá y, además, Adrián, nos ha confesado que es gay y que Joan es su pareja. Por eso Dolores está tan alterada. Por eso y por que se ha bebido una botella entera de tinto en menos de diez minutos.

(Silencio absoluto)


POSTRES

GABRIEL
¿Qué que?

LETICIA
¿Es cierto Adrián?, ¿eres homosexual?

ADRIÁN
Emmm emmm… supongo.

ISABEL
¿Desde cuando lo sabes?, ¿habéis mantenido ya… ya sabes?

LETICIA
Por favor Isabel, no preguntes esas cosas.

GABRIEL
Creo que me va a dar algo. Me duele el pecho. ¡Ay por favor, tengo un hijo marica!

ALFREDO
No passa nadda. Es absolutamente nor normal.

GABRIEL
¿Normal?. Normal sería que le fueran los coños, como a ti, como a mi y como a Agustín.

Mª DOLORES
Por favor Gabriel, esa lengua.

ALFREDO
Mi mi mi hermaano también lo ess. Y no tienne ningún problemaa. Adriánn si tu tu es lo que quieress, se felizz.

ADRIÁN (con las manos enlazadas a las de Joan bajo la mesa. Temblando los dos como un par de flanes).
Gracias tío.

Mª DOLORES
Pero no lo animes. Este niño no sabe lo que quiere. Es un crío.

ENCARNA
No, no es un crío. Pero tú lo tratas como tal.

GABRIEL
¿Pero que os pasa en esta familia?. Agustín que se casa con una furcia italiana, Leticia que se va de casa para vivir su sueño y no ha llegado a ser más que una simple reportera, Isabel con el tartamudo que me tiene hasta los huevos y ahora Adrián, bujarra. ¿Pero que he hecho yo para merecer esto?.

ADRIÁN (lleno de coraje se levanta de la mesa, cogiendo de la mano a Joan, que siente como si se lo fueran a comer).
Esto es lo que soy y este es el hombre al que quiero, así que tendréis que acostumbraros y aceptarlo.

GABRIEL (grita colérico)
Ni una mierda mientras vivas bajo mi techo.

Mª DOLORES
No le digas eso al niño. Adrián, hijo mío, estas confuso. Lo siento por ti… Javier, emmm Jon, digo Joan…  pero mi hijo no es como tú.

JOAN (pregunta molesto)
¿Y como soy yo?

GABRIEL
Como vas a ser… ¡un desviado!.

ISABEL
Basta ya. Mama, ayúdame a recoger la mesa. Vamos a sacar el postre.

(Agustín se levanta de la mesa y se encierra en su cuarto. Joan y Adrián siguen de pie, cogidos de la mano, aguantando. Encarna les sonríe. Gabriel sigue comiendo, con los ojos llorosos. Leticia, Isabel y Dolores van a la cocina, donde preparan café y sacan los pasteles).

Mª DOLORES
¿Quién quiere tarta de tiramisú?

ALFREDO
Yo qquiero un buen pedazzzo.

ENCARNA
A mi dame un trozo de coca de llanda. De la que tiene cabello de ángel (dice señalándola)

LETICIA
¿Adrián, vosotros dos queréis postre?
ADRIÁN
No gracias, no tenemos mucha hambre después de la que se ha montado (dice hablando por los dos).

GABRIEL
Desagradecido.

ENCARNA
Venga, come y calla Gabriel, y deja al niño de una vez. Leticia, córtales dos trozos de tiramisú y dos de coca de llanda (le guiña un ojo a ambos chicos con complicidad).

Mª DOLORES
¿Dónde esta Agustín?

ISABEL
Se encerró en el cuarto. No creo que salga mucho más hoy.

ADRIÁN
No me extraña.

GABRIEL
Ya me estas tocando los cojones. ¡Eres un soplapollas!

LETICIA
¡Papa!

GABRIEL
Hijo… eres la vergüenza de la familia. A saber que dirán nuestros vecinos de ti. Y no quiero pensar lo que dirán mis amigos.

ENCARNA
Otro que con el que dirán… dejad a Adrián en paz.

GABRIEL
No es tan fácil Encarna. Yo soy un hombre respetable y ya tengo suficiente con lo que tengo para que me de más problemas el chaval.
(Dice entre gritos. Se atraganta con una nuez de la coca de llanda. Empieza a ponerse morado. No puede respirar).

Mª DOLORES
Gabriel, ¡ay! Gabriel. ¡Que haga alguien algo!

(Nadie reacciona a tiempo y no saben que hacer. Gabriel se cae de la silla quedándose tirado en el suelo como una colilla. Todos están sobre él, ahogándole más. Joan se abre paso y le realiza la maniobra de Heimlich. No da efecto, además de que Gabriel lo aparta hasta que se queda inconsciente. Joan mira a Adrián a los ojos, este esta llorando. Le hace el boca a boca y comienza a respirar).

GABRIEL
¡Quita de encima sarasa! (dice sobresaltado, empujando a Joan, que se encuentra sobre él).

Mª ANGELES
Este chico te ha salvado la vida Gabriel. Te habías quedado inconsciente (dice llorando. Le besa toda la cara emocionada).

ISABEL
Gracias Joan. Después de todo lo que te ha dicho mi padre le has ayudado. Has sido el único capaz de controlar la situación.

JOAN
Gracias.

ADRIÁN
¿No tienes nada que decir papa?

GABRIEL
Supongo que gracias.

ENCARNA
Anda chico, confórmate con esto, que este hombre tiene la cabeza como una piedra y es más testarudo que un burro.

Mª ANGELES
Lo siento Adrián, siento haberme comportado así. Menuda impresión le hemos dado a tú amigo… quiero decir… tú…tú… novio (dice a regañadientes).

ADRIÁN
No pasa nada mama. Supongo que no estabais preparados para ello. Papa, ¿tú no dices nada?

GABRIEL
Si… emmm… yo… yo… lo siento hijo (dice rompiendo a llorar).

ENCARNA
¡Por fin dejas salir de tú traje de hombre cromañón al verdadero hombre que eres!

ADRIÁN
Si en el fondo es un buenazo (dice abrazando a su padre, que no para de llorar).

GABRIEL
Soy un burro.

ISABEL Y LETICIA
¡Y que lo digas! (dicen al unísono entre risas).

GABRIEL
¿Podréis perdonadme todos? .

Mª ANGELES
¿Y a mí? (dice llena de cargo de conciencia).

ADRIÁN
Hablo en nombre de todos diciendo que mejor que olvidemos lo que ha pasado y comencemos de nuevo. Será mejor así, ¿cierto?.

(Ambos padres, con la cabeza gacha, asienten. Encarna se levanta y unos minutos después trae a Agustín del brazo, que se sienta junto a su hermano pequeño. Comienzan a hablar, como personas civilizadas, y Mª Dolores y Gabriel hacen algo que hacía mucho que no hacían, escuchar a sus hijos, entenderlos y estar orgullosos de ellos).

ENCARNA (hacía sus adentros)
¡Que cruz de familia Rodrigo!, ¡que cruz!. Seguro que te estas pegando una vidorra por allí arriba, sin estos quebraderos de cabeza.

Esther